Sri Lanka - 2012 |
Se cuenta que un día el Buda se paseaba por los Cielos, a orillas del Lago de la Flor de Loto. En las profundidades de ese lago, estaba el Naraka (el infierno). Ese día observó a un hombre llamado Kantaka quien había muerto unos días antes, sufriendo en este infierno. Buda, lleno de compasión, quería ayudar a todos aquellos que, a pesar de haber caído en el infierno, habían hecho una alguna buena acción en su vida.
Kantaka había sido un ladrón y por eso se encontraba en el Naraka. Pero una vez, había actuado generosamente. Un día paseando vio una gran araña y tuvo el deseo de aplastarla, pero detuvo su gesto, la dejó con vida y continuó su camino. Buda vio en esta acción generosa un buen espíritu y por tuvo deseo de ayudarle. Le arrojó a las profundidades del lago un hilo de araña largo que llegó hasta los infiernos, hasta Kantaka.
Sri Lanka - 2012 |
Kantaka miró el hilo y constató que era una cuerda de plata muy fuerte, pero no quiso creerlo y se dijo que sería sin lugar a dudas un hilo de araña que pendía y que sería poco probable subir por él. Pero los deseos de salir de Naraka, hicieron que se aferrara al hilo con tesón y comenzó a subir, ayudándose con los pies y con las manos, haciendo grandes esfuerzos para no resbalar pensando que el ascenso sería muy peligroso.
Cuando llegó a la mitad quiso mirar hacia abajo, a los infiernos, ya que seguramente estaría ya muy lejos. Arriba veía ya la luz y sólo deseaba llegar a ella. Inclinándose hacia abajo para mirar por última vez uno una multitud de gentes que también subían tras él en una cadena ininterrumpida desde la profundidad del infierno. El pánico se apoderó de él. Pensaba que la cuerda era lo bastante sólida justo para él, pero ante el peso del resto de la gente que subía por ella, seguramente cedería y todos se volverían de nuevo al infierno.
- ¡Qué mala suerte! ¡Esa gente debería quedarse en el infierno! ¿Por qué tienen que seguirme? —maldijo contra ellos.
El egoísmo de Kantaka hizo que el hilo cediera justo a la altura de sus manos y todos cayeron en las profundidades tenebrosas del lago. Mientras esto sucedía, Buda seguía paseando por la orilla del lago y el sol de mediodía resplandecía sobre las aguas del lago. Realmente Kantaka merecía estar en el infierno.