lunes, 13 de mayo de 2013

Espadas en el aire frente al Cristo de los Faroles

Cristo de los Faroles - 2011 - Foto J. Blanch
Corría el año 1794 y todas las noches a las doce en punto sonaban los mismos pasos  firmes, rítmicos y marciales sobre el empedrado de la Cuesta del Bailío.  Eran los pasos de alguien que cada noche cubierto por su capa de terciopelo por la calle Alfaros, ascendía por el Bailío y si detenerse con nadie llegaba ante el Cristo de los Faroles y, enhiesto como un soldado, rezaba durante unos minutos con gran recogimiento y marchaba con el mismo paso y ademán por la Calle del Silencio.

Por el pueblo rápidamente corrieron mil historias llenas de sospechas y fantasías; una de ellas cuenta que este señor se llamaba Carvajal, de familia conocida y acomodada de Córdoba que había desaparecido en oscuras circunstancias. Cuentan que al entrar cada noche en la Calle del Silencio, entrada y salida de la Plazuela del Crucificado, el viandante desaparecía sin dejar rastro. Nadie nunca pudo ver su cara ni dónde acababan sus pasos…

Detalle - 2011 - Foto J. Blanch
Pero un día, el último que tenía para hacer su ronda, el Carvajal quiso visitar al Santo Cristo y despedirse de la comunidad que lo guarda, en el convento de la misma plaza, y a los que contó la siguiente historia.

“Volvía a mi casa, por la Calle del Silencio a muy altas horas de la noche, cuando un día fui asaltado muy violentamente por dos encapuchados. Huía, pero siempre volvía a caer en sus manos, hasta que me vi obligado a defenderme con todas mis fuerzas y a la desesperada, y con el  ardor de la batalla contra ellos, rodamos por el suelo, brillaron las armas y brotó la sangre…y de pronto, y sin darme cuenta, me encontré solo y asustado junto a la columna de la Cruz del Cristo. Le di gracias infinitas por haberme salvado de aquellos malvados bandidos e hice la promesa de visitarlo cada noche que permaneciese en Córdoba a la misma hora en que me salvó de aquellas manos asesinas; prometí rezar en su presencia unos minutos y, sobre todo, rezar el credo, para afirmarme en la fe.

Así lo he hecho todas las noches, de todos los días que he permanecido en la ciudad de Córdoba en mi permiso, hasta que mañana emprenda de nuevo viaje a Cuba donde tomaré posesión de mi nuevo cargo y puesto de Capitán General de los Ejércitos del Rey,  nuestro señor, si Dios quiere”.

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