domingo, 1 de septiembre de 2013

Els Minairons del Pallars



Estos días atrás he estado visitando algunos pueblos del
Ermita Nrta Sra. Serra - Foto J. Blanch
Pallars, como Burg, Esterri d’Aneu Llavorsí o Farrera y fue en este último pueblo que me llamó la atención una pequeña pero hermosa ermita abandonada en un lugar precioso, sobre unos peñascos.

Cuando en la casa donde me hospedaba (Casa Lucio, regentada por Teresa y Pepucho, en Farrera) me interesé por el origen y nombre de esta ermita, me dijeron que era la de Nuestra Señora de la Serra, y que, dicen las gentes del lugar, la hicieron los Minairons en una noche. Quedé extrañado y mi curiosidad hizo que me interesase por quienes eran los Minairons. Rápidamente me explicaron que son seres fantásticos, muy pequeños y muy trabajadores propios de los lugares del Pallars y de la zona pirenaica de Cataluña norte-occidental.
Así mismo también me contaron otras historias que hacían referencia a estos personajillos como de algún que otro caballo que habían tomado prestado para cortarles las crines y con sus pelos hacer las cuerdas para sus violines.
Luego he sabido también que ciertas casas de importantes familias del  Pallars se habían enriquecido mucho, porque
Iglesia de Farrera - Foto J.Blanch
se decía que tenían un canutillo con Minairons ya que estos eran mano de obra rápida para las labores del campo.  Cuando un canutillo se abría y  los Minairons salían, siempre  decían: què farem?, què direm? -"¿qué haremos, qué diremos?"- y siempre respondían a la orden de trabajo. Pero había que ser cuidadoso porque si una vez libres no se les ordenaba algún trabajo inmediatamente, eran crueles y hacían pasar un mal rato a quien los había liberado; pero si les mandaba hacer algo (fuera lo que fuese) lo hacían rápidamente.

Cuentan en el Pallars que las piedras de muchas tarteras de las montañas las habían formado los Minairons obedeciendo la orden de su dueño cuando éste, por olvido o accidente, había abierto el canuto en medio de la montaña. El amo desesperado frente la amenaza de tener éstos seres diminutos que lo rodeaban diciendo: "què farem, què direm?" les ordenaba simplemente reunir todas las piedras de los alrededores en un punto concreto. No era hasta una vez terminado el trabajo, hecho a gran velocidad, que les podía mandar que volviesen a entrar de nuevo dentro del canuto.
Por lo tanto ya sabéis, si encontráis algún canuto en medio de la montaña, no tengáis la tentación de abrirlo sino tenéis un trabajo rápido para encomendarles. Y por favor, que no sea una tartera que ya hay demasiadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario